La música en el cine pornográfico
Si preguntamos a la mayoría de consumidores habituales del porno por la razón de que vean este tipo de escenas y películas, la mayoría responderá algo vulgar. Y eso no es nada malo, porque al fin y al cabo, el porno tiene una función bastante concreta, que trata de cumplir con la mayor eficiencia posible. De la misma forma que el cine de acción busca sacar ese lado más intenso y adrenalínico en el público, o las comedias románticas suponen un edulcorado ideal de las relaciones tóxicas, el porno ha venido para hacernos pasar un buen rato. Simple y llanamente eso, para que podamos desahogarnos, dejar de pensar en otras cosas por unos minutos, relajarnos y disfrutar de lo que vemos. El cine pornográfico es explícito por definición, así que no hay problema en mostrar lo que haga falta, siempre que esté centrado en la excitación y el sexo. Aquí no hay fundido a negro cuando la pareja se va a la cama, ni sábanas a la altura de los pechos de la chica.
La industria del porno lleva más de medio siglo afianzada por completo a ambos lados del charco, y sigue generando muchísimo dinero a día de hoy. Reinventándose, por supuesto, porque lo que el público reclama son escenas más cortas y con más ritmo, y no esas producciones ampulosas de antaño. Pero sobreviviendo en una era donde el entretenimiento absoluto cabe en la palma de nuestra mano. Internet ha llevado el porno a todos los hogares, y eso también ha tenido su parte buena, porque hoy en día se produce más que nunca, y con mejor calidad de imagen. Todo debe verse espectacular porque el porno, como decimos, es algo explícito, una fantasía que cobra vida ante nuestros ojos. Las chicas son más diversas, las escenas también cuentan en muchos casos con puntos paródicos, y a veces incluso hay un pequeño guión. Pero hay algo que sigue pasando muy desapercibido en nuestros días, hasta casi desaparecer: la música de las escenas porno.
La banda sonora del sexo
Si cogemos una película de los años 70 y la comparamos con lo que vemos hoy en día, comprobaremos que la evolución ha sido evidente. No solo en la calidad de la imagen y el sonido, sino también en la forma de enfocar las escenas. En un primer momento, producciones como Debbie Does Dallas o Deep Troath, que marcaron un antes y un después en el cine para adultos, tenían sus hilos conductores entre escenas. Y también una banda sonora que, a su manera, engrandecía los momentos más eróticos y explícitos del filme. Aquellos productores entendían que el espectador no podía quedarse solo con los gemidos de la pareja en cuestión durante el acto, así que incluían piezas musicales que pasarían sin pena ni gloria por nuestros oídos. O eso pensábamos, al menos. Cuando nos hemos dado cuenta, somos capaces de identificar sin el menor atisbo de duda la música porno. Porque se convirtió casi en un género por derecho propio.
Estilos muy populares
Para analizar la música en el cine porno hemos de retroceder hasta los años sesenta, cuando las primeras producciones comenzaron a llamar la atención. Todavía no existía una industria como tal, ya que el cine pornográfico estaba perseguido prácticamente en todo el mundo. Sin embargo, en Estados Unidos ya se desarrollaron ciertos proyectos que trataban de imitar a las películas comerciales, aunque con un presupuesto ínfimo en comparación. Esto se notaba en el uso de peores cámaras, una iluminación desastrosa y un sonido horrible. Aquellos orígenes sirvieron, no obstante, para popularizar el cine porno en muchos lugares de América. Y allí donde el sonido en directo fallaba, siempre se podía utilizar la música para rellenar el espacio auditivo.
En los años sesenta y setenta, la música del porno cabalgaba entre varios estilos diferentes. Había películas que incluían piezas de blues y rock and roll, animadas y con un punto sexy ya intrínseco, con la guitarra como protagonista. Lo habitual es que fueran piezas instrumentales, para que la voz no distrajese al oyente/espectador de lo realmente importante. Luego llegaría el boom de los sintetizadores, aparatos que podían hacer de una orquesta entera, y que se convirtieron en la seña de identidad de estas películas. El estilo funk también se popularizó mucho, por su pulso y su ritmo, y por el omnipresente bajo en slap. La música electrónica dominó en los años 80 y 90, en versiones más soft, ya que era posible construir la banda sonora con apenas instrumentos.
Los instrumentos más utilizados
Cuando uno piensa en música de porno se le vienen varios instrumentos a la mente. Uno de los más importantes es, sin duda, el bajo, sobre todo el bajo en la técnica de slap que se utiliza en el funky y el rock. También los órganos hammond que eran muy habituales en los setenta, y dieron paso a los sintetizadores en la década posterior. Durante los ochenta, la presencia del saxo también fue habitual en este tipo de producciones, aunque destacó aún más en la industria del softcore de los 90. Aquel cine erótico, pero no explícito, tomaba melodías románticas pasadas por el filtro del jazz para darle una patina de elegancia a esas escenas. Actualmente, la música que más se escucha en los videos que siguen utilizándola es el chillo ut, con sintetizadores e instrumentos virtuales de todo tipo.
Cómo crear una banda sonora para el porno
Se cuenta que en los años setenta y ochenta, muchos artistas conocidos realizaron músicas para películas pornográficas, desde el anonimato. Era una forma rápida y sencilla de conseguir dinero, ya que la industria, en aquellos tiempos muy boyante, solía pagar bien. Hoy en día, lo cierto es que cada vez son menos las producciones que incluyen banda sonora en sí, más allá de la pequeña sintonía de la introducción. Todavía hay algunas que colocan música durante una pequeña parte de la acción, pero no en el coito explícito. Los tiempos cambian, y el horror vacui del pasado ha dejado el camino abierto a una sinfonía de gemidos y carne contra carne. Si estás pensando en componer una banda sonora para el porno, tal vez te convenga seguir estos consejos.
Lo primero, no pienses que es fácil solo porque la música irá dirigida para estas escenas. La banda sonora no debe ser una obra de arte en sí misma, sino acompañar a las imágenes. Pasar desapercibida, que nadie la recuerde… pero que se note que falta algo si no se incluye. El estilo de la música dependerá por tanto de la escena, pero debe ser normalmente tranquilo, aunque con buen pulso. La utilización de pianos eléctricos y efectos abstractos es muy habitual. No intentes crear una obra a lo Bach o Mozart, concéntrate más bien en la música lo fi o chill out que se está haciendo en estos últimos tiempos. La dinámica del tema debe ser muy plana, para que no haya grandes subidas ni bajadas de intensidad. Recuerda, lo importante es la escena y el diálogo, si lo hubiera. La música es solo un complemento.